miércoles, 11 de septiembre de 2013

Gripa, proceso de despedida.

Puse a hervir un poco de agua y pensé en ahorrarme los 3 minutos de espera poniendo el sobrecito de té directamente en la pequeña olleta. Tomé del cajón mi tacita querida, esa que en sí grabada tiene el mensaje "no dejes de sentir". Ya hervido el té, lo serví exprimiéndole dos gajos de limón. Después de abrir y cerrar las puertitas de la alacena en busca del ingrediente pendiente, me preocupé casi tan rápido como me imaginé con mi té en mano preguntando por una cucharadita de miel en alguna puerta vecina. "Achúh-salud-gracias". Vi tras la botella de orégano la botella de miel. Revolví dos cucharaditas. Sumergí además -al batallón de vitaminas- una pastillita de propóleo y di un par de vueltas más la cucharita esperando que se disolviera. Me llené de tierno calor y me tenté de mis cobijas...

Me recuesto ahora en la arrulladora tranquilidad de mi cama. Resfrío, hasta aquí llegas.

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